Esto fue lo que comprendí cuando decidí dejar todo y seguir a Jesús

Hola, a ti que estás leyendo esto. Quiero contarte mi historia. Dejaré mi nombre de lado, pero basta con que sepas que soy un joven como tú. Nací en un hogar católico. La enseñanza de mi familia fue siempre seguir la cátedra de Cristo, reflejada en su Iglesia. Todos los domingos fui a misa, rezaba, de vez en cuando, y visitaba el Santísimo ante alguna necesidad. Así puedo resumir mi experiencia de fe por 24 años, fuerte en lealtad y esperanza, pero vaga en convicción. Sí, había sido seguidora de Jesús, pero realmente, no lo había dejado todo por Él.

No fue sino hasta que me aislé de mi pequeña burbuja, que comprendí que había dejado pendiente una invitación invaluable: ser discípulo de Cristo. No era algo reciente, ya que ese llamado estaba desde que nací, al igual que para todos. No obstante, hasta que salí de aquella zona de confort que entendí el llamado de Dios.

Si nos referimos a la etimología de la palabra discípulo, hace alusión a una persona que aprende de un gran maestro; deriva del latín discipulus, que significa estudiante o pupilo, es decir, una persona que busca aprender. En los evangelios, sucede algo peculiar: Jesús, por iniciativa propia, es quien llama a sus discípulos. Lo curioso es que, después de dos mil años, aquella invitación continúa repitiéndose:

Es Jesús quien te está buscando...

Él me llamó a mí y te llama a ti. Esto es algo que nos diferencia de muchos otros credos. Nosotros estamos convencidos de haber recibido el llamado de Dios, que, en su grandeza, nos dejó el mensaje de salvación. ¡Una verdadera bendición!

Sin embargo, comprendí que alcanzar la salvación prometida implica ser un verdadero cristiano. Pero, no te agobies, esto puede ser una tarea sencilla, basta con seguir el siguiente paso.

Dejarlo todo por Él...

Tranquilo, eso no significa que te convertirás en un ermitaño, ni te abandonarás en el exilio. Pero sí representa un compromiso serio y a largo plazo en tu vida.

Al seguir a Jesús, dejarás muchas cosas atrás y otras tantas a un lado, porque el camino hacia la Santidad es un reto. Ser discípulo de Cristo implica ser misionero de Su Palabra y dar testimonio con nuestra vida. Por tanto, implica anteponer la humildad sobre la vanagloria, el servicio sobre el prestigio y reconocer al amor como instrumento clave en todo lo que hacemos. Todo esto requiere de una profunda conversión, que nos permita reconocer que solo de la mano de Dios lograremos llegar a la meta.

Ahora, es cierto que vivimos en una sociedad que busca opacar la fe, esconder nuestra dimensión espiritual, eliminar todo compromiso del vocabulario y colocar al bienestar material como nuestra máxima aspiración. Yo lo he vivido. Pero, el mensaje de Dios es claro, y sumamente valioso. Él nos invita a la trascendencia.

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo” (Jn. 15: 19)

Jesús mismo le dijo esto a sus apóstoles y también aplica para nosotros. Cuando comprendamos verdaderamente que nuestro objetivo no es terreno, sino eterno, todo será más fácil, las decisiones estarán claras.

Me tomó 24 años decir sí a la mejor invitación que me han hecho en la vida, pero fue un sí sin medida. Reconozco que aún me falta un largo camino por recorrer, pero estar dispuestos a recorrerlo es dar el primer paso. Ha sido difícil, quizás. Pero, siendo el Señor mi Pastor, sé que nada me faltará (Salmo 22).

*Fuente: Catholic-Link.

Y tú, ¿dejarías todo por seguir a Jesús?

Te invitamos a que te tomes un tiempo para ti. Un momento personal para estar, para ser...

  • Me sosiego, hago silencio, cierro los ojos y tomo conciencia de mi respiración…
  • Estoy atento a mi cuerpo y adopto una postura que me ayude a serenarme.
  • Me dispongo interiormente para vivir este momento y tomo conciencia de sentirme habitado.
  • Silencio…

Ahora, lee la siguiente oración:

Ven, Espíritu Santo,

dame tu gracia para saber renunciar a todo lo que pueda distraer mi oración,

porque quiero seguirte y vivir centrado en Ti,

trabajar por Ti, sufrir por Ti, gozar por Ti, amar por Ti

y buscarte en todo y siempre.

Jesús, dame un amor ardiente y personal a tu Divino Corazón

para que nada, ni nadie, sea más importante en mi vida.

Jesús, gracias por este momento de oración.

Aumenta mi fe para poder seguir el camino que me propones.

Quiero ser tu discípulo, abrazar, por amor a Ti,

los problemas y el sufrimiento que pueda encontrar el día de hoy,

sabiendo que Tú estás conmigo

y que todo tiene valor y recompensa,

si es hecho por amor a Dios y a los demás.

*Fuente: Catholic.net