¿Por qué los católicos veneramos a la Virgen María?

Antes de que leas este artículo, queremos aclararte la diferencia entre adoración y veneración, para que la próxima vez que alguien te pregunte puedas responder con fundamentos bíblicos.

Muchas veces podemos haber escuchado comentarios del porqué adoramos a la Virgen María, u otros santos, si la Biblia lo prohíbe. La adoración, también conocida como latría, debe ser rendida únicamente a Dios por ser Señor de todo lo creado, fuente de Bien, Sabiduría y Misericordia infinitas y Salvador nuestro.

Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, la ‘nada de la criatura’, que sólo existe por Dios. Es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo.

Por otro lado, la veneración destinada a la Virgen María, a los santos o a los bienes materiales que a ellos les pertenecieron, no tiene como fin a ellos mismos sino a Dios. Como católicos veneramos a la Virgen María, en razón de la excelencia de sus virtudes por sobre los demás santos. Y veneramos a los santos, reconociendo que todo lo que han recibido es un regalo de Dios y ellos son solamente un reflejo de las perfecciones divinas obtenidas por los méritos de Cristo en la Cruz.

Es decir, los católicos adoramos únicamente a Dios. No adoramos imágenes, ni estatuas, sino que veneramos lo que ellas representan y no a ellas por sí mismas. ¿Acaso las madres no llevan las fotos de sus hijos en sus billeteras? Sin embargo, ellas no aman la foto, sino que aman a quienes se encuentran en ellas. Del mismo modo, los católicos amamos a la Virgen María independientemente de que esté o no en una imagen, porque Ella nos conduce a Dios.

A continuación, te contamos seis razones por las que veneramos a la Virgen María:

1. Es madre nuestra.

“Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn. 19, 26-27). María al ser la Madre de Cristo, es también, Madre de todos los cristianos. Se convirtió en la Madre de todos los hombres, cuando recibió al Espíritu Santo para engendrar a su Hijo por el mayor de los actos de fe, confianza y amor a Dios y a las almas.

2. Es la madre de Jesucristo.

“Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María, su madre, desposada con José, antes que se unieran, se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mt. 1, 18). Se dice que es madre del que Ella engendró. María es madre de Jesús y que Él es Dios, entonces María es Madre de Dios.

3. Es bendita entre todas las mujeres.

“Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc. 1, 41 – 42). Cuando el arcángel Gabriel anunció a María que traería al mundo al Hijo de Dios, le dijo que era bendita entre todas las mujeres. Dios la escogió para traer a la Tierra la Encarnación de su Hijo, aceptó la voluntad del Padre como una verdadera discípula.

4. Es la bienaventurada de generación en generación.

Como respuesta al saludo de Isabel, María responde: “Desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada” (Lc. 1, 48).

Las numerosas advocaciones marianas que hay por el mundo son una muestra de que se ha cumplido lo dicho por nuestra madre María.

5. María es mediadora ante su Hijo Jesucristo.

En las bodas de Caná ocurre que “(…) faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino” (Jn 2, 3). Este sencillo gesto nos demuestra que María siempre está atenta a nuestras necesidades e intercede por nosotros ante Jesús. Y si bien la Biblia dice que Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, no significa que María no pueda interceder por nosotros o que no podamos orar los unos por los otros.

6. María nos conduce a Dios.

Aunque María sea la más excelsa entre todas las criaturas, una verdadera devoción mariana no debe quedarse en Ella sino que debe conducirnos a su Hijo Jesucristo. Como nuestra Buena Madre, quiere el mayor bien para nosotros, sus hijos, y por eso nos dice: “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2, 5).

*Fuente: Catholic-Link.