Quién me recuerda a Marcelino Champagnat y el peligro de quedarse con el colchón
Hay dos historias de Champagnat que me parecen muy reveladores del “ser maristas”:
1. Cuando llaman a Marcelino para que vaya a visitar a un joven enfermo y se da cuenta al visitarlo, de la gran necesidad que tenían los niños y los jóvenes de su tiempo... Y aunque era algo que venía pensando desde antes, después de ese episodio al cabo de dos meses, llama a los primeros hermanos...
2. Cuando vio que una persona enferma no tenía una cama digna, pidió al hermano administrador que le diera un colchón y cuando éste le respondió que no había... Le dijo que fuera a su cuarto (el de Marcelino) y le diera el colchón que estaba en su cama... Eso de quitarse de lo suyo para socorrer a los pobres o para dárselo a los Hermanos decían que le ocurría con cierta frecuencia.
El 6 de junio celebramos al Padre Champagnat y hemos podido compartir la alegría de ser maristas con varias personas, he estado pensando en estas historias...
Como maristas, nuestro origen está en un hombre que veía las necesidades de su tiempo, y con una profunda fe y confianza en Dios y María, supo responder con gran pasión, pero muy concreto en el servicio...
Sé cuál es el cuidado que debemos tener los que nos llamamos maristas. Debemos ser cautelosos para no caer en el confort. Sería una traición quedarnos encerrados en nosotros mismos, en nuestras estructuras, en nuestras reuniones, en nuestras oraciones... Y no responder a las necesidades concretas que nos llaman a la puerta. ¡Qué peligroso sería querer quedarnos con el colchón!
Conozco muchos maristas que, desde su profesión y desde lo concreto, hacen vida ese servicio, que de forma muy concreta ha sabido dedicarse a los niños y los jóvenes que viven en la periferia, y ha sabido ser signo del Reino de Dios...
Ser marista es un gran compromiso, ser seguidor de Champagnat no es fácil... No podemos caer en la comodidad y el conformismo...
Por Marcelo Prieto, Coordinador de Pastoral del Colegio Marista de Alajuela, Costa Rica