La interioridad: Mirar hacia dentro, para ver mejor lo que está afuera
Tradicionalmente miramos “hacia fuera”. Siempre hemos estado orientados a adquirir conocimientos sobre aquellos ámbitos no están dentro de nosotros.
Pero, ¿qué aprendemos a conocer de nosotros mismos? ¿Qué sabemos de nuestro propio mundo interior? ¿Dónde, cómo y cuándo aprendemos a descubrir y a profundizar en él?
Estamos llamados a vivir desde la interioridad, con la intención que nos detengamos y pensemos más en nosotros mismos, en la calidad de nuestras relaciones, y en aquello realmente valioso para cada uno, aquello de lo que no queremos prescindir.
La interioridad
Parece que la interioridad está de moda... Aunque no debería ser así, ya que no es pasajera y la seguiremos teniendo siempre, a la vez que nos impliquemos en ella. Educar nuestra interioridad es desarrollar parte de nuestras potencialidades con el fin de conseguir una realización más plena.
No debemos entender la interioridad como un valor más, o relacionarla exclusivamente con el silencio y la oración. La interioridad es una dimensión constitutiva del ser humano, sea creyente o no, ya que es desde ahí que nuestras emociones, autoconciencias, recuerdos, anhelos, miedos, dudas... Forman un todo vivo que llamamos interior. Es ese lugar íntimo que solo mostramos a lo más cercano y, para los creyentes, es el ámbito donde acontece el encuentro personal y transformador con Dios.
Mirar hacia dentro…
La interioridad es la posibilidad que todos tenemos de mirar hacia adentro, de “ser” y de crecer como personas, de ser lo que somos en lo profundo de nosotros mismos. Es vivir desde lo que cada persona piensa, siente, intuye y experimenta sin necesidad de dejarse arrastrar por el bombardeo exterior.
…Para ver mejor lo que está fuera
Interioridad no es sinónimo de intimismo, sino de realidad, y realidad es tanto nuestro mundo interior como lo que hay fuera de él.
Si la interioridad consiste en mirar hacia dentro, no es para fijar la mirada en nuestro propio yo sino, más bien, para escuchar nuestro propio ser y lo que nace de él, para vivir en coherencia con ello y ver la realidad con ojos nuevos, afrontando los retos diarios que la vida nos plantea, sin evadirse de ella.
Solo situados en nuestro propio centro podemos mirar la realidad y a los otros desde otro prisma, que ya no es el de la superficie, ni el de las apariencias, sino el de la realidad que somos todos y de la que todos somos una parte.
Educar la interioridad
Algunos aspectos que debemos desarrollar en el camino de la interioridad son:
- La introspección, la comprensión y la aceptación de uno mismo (sentimientos, pensamientos, emociones, responsabilidades y experiencias).
- Ejercitar la imaginación, la inspiración, la intuición y la comprensión profunda.
- La experiencia del sobrecogimiento, asombro y el misterio.
- Desarrollar una conducta movida por la bondad, la verdad, la justicia y la belleza.
- Reflexionar sobre el origen y el sentido de la vida.
- Búsqueda de significado y propósito.
A continuación, te proponemos dos ejercicios con los que podrás ir descubriendo rasgos de la interioridad que has vivido y vives:
- Realiza una línea del tiempo de tu fe, donde puedas plantear los diferentes momentos que a lo largo de tu vida han sido puntos importantes en tu camino de fe. Esos espacios, fechas, lugares que han supuesto encuentros, crisis, rechazos... En tu camino de encuentro con Dios.
- En este momento de tu vida, ¿qué elementos descubres en tu interior que te ayudan o entorpecen el encuentro con Dios?